En noviembre de 2019, miles de científicos internacionales firmaron un SOS en nombre de nuestro planeta. La proclamación, titulada » Advertencia de los científicos del mundo de una emergencia climática » y publicada en la revista académica BioScience, conectó de manera directa la actividad humana y las graves repercusiones ambientales por causa del calentamiento global.
¿Y de qué manera afecta esto al vino? Realmente mucho.
El vino es un producto agrícola y las uvas utilizadas para hacerlo se cultivan y cosechan con la intención de ser fermentadas, lo que significa que la producción de vino es vulnerable a los efectos del cambio climático, pues influye en la salud de las vides y por ende en el sabor y la calidad del del producto final: el vino. El calentamiento global hace que la diferencia entre las temperaturas diurnas y nocturnas también estén en peligro. En las regiones de cultivo con un clima más cálido, esa diferencia puede ser de suma importancia para lograr la frescura y fomentar cierto desarrollo de sabor y aroma.
El calor intenso o el exceso de luz solar directa pueden provocar matices del sabor no deseados o crear vinos apáticos y sin brillo. La fruta que permanece en demasía en la vid puede malograrse por las quemaduras solares o simplemente puede marchitarse.
Por otra parte, entra en juego también una disminución en las heladas regulares de invierno que puede alentar la propagación de plagas de insectos que normalmente morirían durante las estaciones frías. Ante este panorama algunos viticultores están buscando zonas geográficas de mayor altitud, lo que según la evidencia ofrece períodos más cortos de calor intenso o son mejores para mantener los cambios de temperatura durante el día y la noche. El Priorat, Rioja y Ribera del Duero hace años se están encaminando hace zonas de cultivo altas. Aun así, hay algunos desafíos que no se pueden superar, y que sólo a través de un cambio global en la tendencia climática podría poner solución.