De todos los fenómenos naturales que pueden observarse en la tierra, hay muy pocos tan impresionantes como las auroras que tienen lugar únicamente en las regiones polares del planeta. El termino griego para norte y sur, respectivamente, les otorga su nombre de boreales o australes.
Se sabe que existe una temporada en el calendario en la que es más posible observar su despliegue de luces de colores en el cielo nocturno como un espectáculo sobrenatural.
Muchos han sido los pueblos que han buscado una explicación. Para los vikingos eran el brillo de las armaduras de las guerreras valkirias, para los esquimales un sendero que conducía al lugar donde habitaban los espíritus de sus antepasados. Pero sin duda, nadie se empeñó tanto en descubrir su porqué como el científico catedrático noruego Kristian Birkeland (13 diciembre 1867 – 15 junio 1917) conocido por la creación de los fertilizantes agrícolas y que tras su muerte por sus múltiples aportaciones al mundo de la ciencia se le otorgo su nombre a uno de los cráteres más conocidos de la luna.
Hoy en día gracias a los estudios como los del Departamento de Física de la Universidad de Oslo, sabemos que depende directamente de eventos astronómicos mayores, en concreto, de tormentas y erupciones solares. Cuando ocurre una erupción solar se liberan partículas cargadas eléctricamente que penetran en el campo magnético de la tierra y colisionan con los átomos y las moléculas de nuestra atmosfera. Esta colisión produce innumerables partículas de luz llamadas fotones que forman la aurora. Estas tienen diferentes tonos en función de los elementos que participan en la colisión; el oxígeno produce auroras rojas y verdes mientras el hidrógeno las produce rosas y púrpuras.
Este fenómeno suele ocurrir a una altitud de entre 65 y 650 Km en la parte del cielo que se conoce como “ovalo auroral” que es la zona donde las partículas desprendidas por el sol son atraídas por los campos magnéticos de los polos.
Como vemos los científicos ya tienen clara la creación de las auroras, pero esto no impide que millones de personas asistan todos los años a vivir esta experiencia única que ilumina el cielo.